5 de febrero de 2011

Segregamos un hilo blanquecino


Segregamos un hilo blanquecino. Con él tejemos la mañana.

Ligera resaca. Sensibilidad exacerbada. Un rayo de sol.

Mimosas ofuscadas de tibieza se abrirán, erradas. Volverá el frío.

Volverá el frío, ansioso, y encontrará polen.

Agua clara sobre guijarros. Dedos rectos del sol. Y el amor, y su murmullo.

En la placenta, la caracola. Me enrosco.

El sol entra y no me toca. Mantengo caliente la cama. Te espero.

Todo fulge.

Hay en el agua seres de viento.

Soy de río. Renacuajos en mi mano, un temblor de hojas, y esas columnas oblicuas que abrazo en el agua.

El caballito del mar no existe. Es un ser mitológico, un delicado Dios.

Es el ritmo del silencio. Nada en él.

Erizarte con una hoja de hierba, de cumbre a valle.

Pescaré sanguijuelas con las piernas desnudas.

Lluvia de agujas en el pinar.

(Serie de tuits, mañana de hoy).
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