25 de abril de 2013

Venganza oculta

Se disimula la maldad y camufla en la maleza, que se vuelve noche antes que el cielo. Así, caben la duda o la compasión debida a una historia de maltrato, a un desequilibrio mental o locura, a la desgracia que se ha agarrado a un ser como una sanguijuela. Todo ello es impureza.

Este mal es muy puro. El hombre disfruta hiriendo desde la oscuridad. Cuando deja caer las gotas en la comida de la víctima (ofensor la llama él) su mirada se enturbia de placer. Intensamente se embarga de imaginación. Es mejor que unos momentos más tarde, cuando la ve palidecer o enrojecer y, quizá, levantarse mareada y un poco aturdida de la mesa. Venganza lo llama él.

La venganza oculta es peor que la venganza descubierta. La venganza oculta se complace en el dolor del otro sin darle un sentido. El otro es una rata que chilla y no sabe de dónde ni por qué ha recibido un golpe. No hay respeto, solo odio sin medida, desatado. El vengador disfruta hiriendo. Cortando, abriendo un cuerpo, abalanzándose sobre la carne.

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