10 de abril de 2014

Ayer por la tarde

Ayer por la tarde aparqué junto a un cementerio desconocido.
Cuando regresaba hacia el coche por el camino en lo oscuro se me ocurrió, y se tensó el nudo-en-el-estómago, pero no le di importancia, que era extraño que nunca hubiera visto ese cementerio-barco con sus tumbas escalonadas. Tan hermoso. Sus bancales de muertos. La luz era la misma ahora de noche que cuando llegué de día. Ahogada, ligerísimos sepia y azul. Crepúsculo tan mate como temblor de gasa, soplo frontera de la sombra, frontera, salto, fino cabello de lo intocable. ¡Pero ahí estaba, podría zambullirme en él, qué intocable, podría zambullirme en él, podría zambullirme en él! Por la tarde había un colegio en su hora de gimnasia. Los niños sobre las lápidas, con sus pantaloncitos azules, hacían gimnasia muy serios y orgullosos, sus movimientos sin contundencia, romos, como si un dictador los estuviera observando. Unos metros más allá, aunque invisible, estaba el mar, que me daba ganas de llorar y tensaba el-nudo-en-el-estómago. No estaba sola, aunque no veía a nadie. ¿Quién iba? ¡Ah, de la interfaz! Parecía un sueño. Volvía de noche, digo, y tenía miedo, pero no demasiado. No sé de dónde venía ni a dónde iba y tampoco lo sabía anoche. No sabía nada, no sé nada, nada, no sé nada...

6 de abril de 2014

Abril, tu famosa crueldad.


5 de abril de 2014

En el embalse dorado

En el embalse dorado el aire detenido, arquitecturas de Tchulhu, bocas de tierra.




Tragedia

De pronto, tragedia. La vida era esto, este espanto que nos acogota, este sufrir para morir. Un par de horas. Luego, como cuando deja de llover tan despacio que no te enteras, escuchas: trinos. Una ventana que se cierra, una tos. Al rato, risas. Qué comedia. Abrázame. Vamos a dar una vuelta, que no se aguanta tanta alegría, vamos a tomar algo. Qué pasó hace unas horas, cuando hablamos de pesadillas. Qué raro. Qué locos. Todo va a salir bien. La vida es bella.

Maternal

¿Yo maternal? 
Cuando el frío del mundo te ha helado el corazón una persona maternal, hombre o mujer, te desviste, si es necesario, rezongando que estás calado hasta los huesos, te da ropa decente y seca de otra persona, te prepara una sopa y te regaña con la monotonía de la lluvia si no te la acabas; te mete en la cama, está de tu lado aunque seas bobo, engreído o egoísta, te mima, te cuida como se cuida a un niño, te da cariño incondicional y sabes con seguridad que siempre puedes volver a ella, a su olor a tela y madera, a su fuego suave de hogar que deja fuera el mundo.
Yo te empujaría y me lanzaría contigo por un barranco lleno de zarzas, divagaríamos y admiraríamos el mundo hasta llorar de agradecimiento y al amanecer entraría en el mar para que la sal hiciera escocer mis heridas. Volvería pálida y medio desmayada de hambre y tendrías que salir a matar algún bicho para alimentarme.
¿Yo maternal? ¿Porque adoro a los niños? ¡Me gusta su mirada!
Son formas diferentes de ser. De amar.
Esta mañana encontré dos calcetines iguales y grité de alegría.

3 de abril de 2014

Entregarse

He ido a comprar un litro de leche para poder tomar café y he visto dos monjas muy jóvenes y espigadas vestidas con hábitos en varios tonos de marrón. Una era negra y la otra era blanca, las dos de la misma altura y con la misma sonrisa celestial. Se sabían observadas y sonreían con timidez.
Se han entregado y ya no tienen la maldición de la posibilidad sobre sus hombros. No es morir en vida, es renunciar a elegir. Es renunciar, no a vivir, sino a elegir. ¿O es que elegir es vivir o vivir es elegir? Sea como sea, están en paz. Un gran paz. Esa paz mortal, plena.

2 de abril de 2014

Relámpago - noche - relámpago

¿Sabes qué me ocurre cuanto leo tus poemas? A primera vista (al primer relámpago sería y sonaría mejor; si fuese alemana corregiría la expresión: ¡el relámpago es más rápido que la vista! Y una mirada relámpago es más rápida incluso que un relámpago. Dos rapideces en una. ¿No?). O sea, a primera vista (ya que soy una extraña) lo entiendo todo ― después ― noche: nada ― después: ¡Dios, qué claridad! ― y cuando quiero asirlo (no en sentido alegórico, casi con las manos) ― todo se borra: solo quedan las líneas impresas. Relámpago tras relámpago (relámpago ― noche ― relámpago), es lo que me ocurre cuando te leo. Lo mismo debe ocurrirte a ti cuando te escribes.

(Tsvietáieva a Rilke, 12 de mayo de 1926)


Cartas del verano de 1926, Pasternak, Rilke, Tsvietáieva, Minúscula, 2012
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