29 de marzo de 2016

21 de marzo de 2016

La forma de este coral replica la mano
que lo contuvo. Pesa
la inmediata ausencia. Como piedra pómez,
como tu pecho en el cuenco de mi mano.
Sus poros, como los tuyos, brillaban de sudor salado.

La ausencia de los cuerpos desplaza su peso,
y tu cuerpo suave, como ninguno,
crea una ausencia como esta piedra
colocada en una repisa blanquecina
de recuerdos. Empuja a mi mano a reclamar
lo que nunca han conocido manos de amantes;

la naturaleza del cuerpo de otro.

Derek Walcott

This coral's shape echoes the hand
It hollowed. Its
Immediate absence is heavy. As pumice,
As your breast in my cupped palm.
Sea-cold, its nipple rasps like sand,
Its pores, like yours, shone with salt sweat.

Bodies in absence displace their weight,
And your smooth body, like none other,
Creates an absence like this stone
Set on a table with a whitening rack
Of souvenirs. It dares my hand



To claim what lovers' hands have never known;
   
The nature of the body of another.

Derek Walcott




Me atrevo a traducir.
Hay corales blandos y duros. Eso importa. Ha de tratarse de un blando coral, como éste de la página de wikipedia:
Pero, ¿tendrá poros el coral blando, el blando coral?
Estoy llena de preguntas.
¿Y ese «claim», afirma o reclama?
Pero seda. Traducir seda. Es amor.



20 de marzo de 2016

La tabla de las mareas, Menchu Gutierrez

18 de marzo de 2016

Arqueología en gmail

2007, un desaparecido livejournal

Están resecas y crujen, al principio. Nunca creí que hicieran este ruido. Juro que las hay afiladas y chatas como abre-ostras. Las hay redondas y blandas, alargadas y jugosas, ácidas, dulces…
Soy un ser comunicativo. Muy comunicativo. Comunicativísimo.
Decía él: «A mí el deporte me ha salvado muchas veces la vida. ¿Cómo no lo voy a amar, hostia?» Se refería a las incontables caídas, días hilados tobogán abajo, durante toda su vida consciente, metiéndose todo lo que pillara y aullando por las esquinas. Siempre hace deporte como un poseso tras los delirios.Yo digo: «A mí expresarme me ha salvado muchas veces la vida, ¿cómo voy a prohibírmelo?» Porque escribir en soledad, con ambición de hacer algo que pese un poco, no es lo mismo que comunicarse así, sin masticar demasiado. Sintiendo cómo los jugos se nos caen de la boca.
Como no encuentro profesor que me enseñe a hacer mi página web, aprender por mí misma requeriría invertir en ello mis atesorados minutos propios y no encuentro tampoco un mecenas que me la haga porque sí, pues me trago mis palabras, y de momento, vuelvo.
Es lo que he hecho siempre en mi vida, al fin y al cabo: tragarme mis valientes palabras.

tejido
Caminaba por la Gran Vía con Monito de la mano. Cada vez había menos coches, oscurecía a una velocidad excesiva, y la acera por la que caminábamos se llenaba de andamios, como un bosque. Pronto no vimos nada. Todo era negrura. Pensé que habíamos retrocedido en el tiempo y que nos encontrábamos en una noche medieval sin un triste candil. Pero miré a lo alto y alrededor y la negrura era tan densa que me pareció imposible, no natural. ¡Ni una estrella! Nos dimos la mano. Ya no sé si era Monito o Medusa. Empezamos a notar algún movimiento, y nos dimos cuenta de que a nuestros lados pasaban seres parecidos a arañas, que se estrellaban contra los andamios. Por fin llegamos a la esquina. El único humano que vimos fue Firme, que tenía las ropas desgarradas y heridas por la cara y el cuerpo. Se sentaba y se sujetaba la cabeza con desesperación. Nos vio y tomó una estaca. «Agarrad lo que podáis», dijo. «Hay que luchar.»
Después de conseguir vencer algún obstáculo nos encontrábamos en una especie de granja, con molino, verdes prados y pasadizos. Es todo lo que recuerdo.

3 de marzo de 2016

Demonios



Sin duda, creo en los demonios, los que hablan al oído.
Ese ángel que se les enfrenta no tiene mas que luz.

Ellos tienen historias. Conflictos. Se ceban en la posibilidad.
En la angustia de la irreversibilidad.

Sí, creo en el diablo, el que se mira a sí mismo.
No tenemos más que mirarnos para volvernos demonios.

Nos miramos a nosotros mismos desde afuera, pobres diablos, como si fuéramos autores de una historia y protagonistas de esa misma historia. Es más: como si hubiera una historia.

La historia, el arma del diablo.
Los ángeles sólo tienen eternidad.

¿De verdad ofreciste tu alma? No lo creo.
Conceder los deseos es la segunda arma del diablo.
Lo tiene fácil. Luego los demonios se crean historias en nuestro oído espantado.
Desde luego que creo en el diablo.
¡Recomienda este blog!