27 de junio de 2016

Yo soy

-Tu no eres.
-¿Yo no soy?
-No. Era una chica más joven que trabaja aquí, parecida a ti, pero no eres tú.
-Aquí no trabaja ninguna chica más joven.
-Pues tú no eres, te digo.
-Yo soy.
-No, no, te digo que no. Bueno, perdona, ¿eh? Era para preguntar por Irene. Pero si no eres tú, nada.
-Tranquila.
He estado mirando una y otra vez el vídeo en que Thich Nhat Duc se inmola y no grita ni mueve un sólo músculo. Permanece en paz en posición de meditación hasta que cae.
-S-sí… Perdona, ¿eh?
-Claro, no pasa nada. Tranquila.
-Dale recuerdos a Irene.
-No conozco a Irene. Pero soy yo.

25 de junio de 2016

Epistolario

y el otro día cogí el chupo del niño del suelo, lo chupé como Dios manda antes de enchufárselo en la boca y, según mi amiga A., provoqué un escándalo en la mesa de al lado, transmitido por apertura de ojos extra chic.

Un perrito, con sus tres largas patas, delicado como una estatuilla egipcia,
mi amor, un perrito precioso, sube a saltos la cuesta
sus orejas picudas aparecen en mi horizonte y me llenan de felicidad.


24 de junio de 2016

16 de junio de 2016

Lluvia tibia

Hace uno de esos días de ráfagas de lluvia tibia. El sol tan pronto viene como se va y unas nubes de un gris azulado oscurecen de repente el puerto. Cuando se levanta viento los mástiles de los yates y las lanchas hacen un ruido como de poblado africano, como de cuencos de madera que entrechocan. El cajero estaba estropeado y yo tenía que ir hasta el final del paseo marítimo, un par de kilómetros, sin paraguas y sin dinero para un taxi. Pero no tenía frío y eso me reconfortaba. Respiraba bien, por la nariz, y percibía perfume a mar en el aire. Empecé a caminar con demasiada calma para la lluvia que caía. Pero la lluvia no duraba mucho, porque llegaba de repente como una bofetada, como un escuadrón de gotas que me golpearan las mejillas, y luego se iba durante un rato. Sobre el mar las nubes comenzaron a ser blancas y algodonosas. Cuando llegué al cajero saqué dinero y me di la vuelta. Los dos kilómetros de suelo mojado estaban iluminados por un sol rojo.

7 de junio de 2016

Lo que existe

Monito: te preocupa lo que existe y lo que no existe y exiges claridad en mis explicaciones bien: existen los kraken, los calamares gigantes los dinosaurios y los robots asesinos y sí, también existen los fantasmas pero muchos existen en este mundo y muchos en otros mundos pero en este mundo también hay monstruos pero no te pueden hacer nada porque yo mato pero en Fantasía, en el mundo de Fantasía y en las cabezas de la gente y en los libros sí, otros mundos maravillosos entonces tú, con los ojos como platos, entusiasmado, gritas metálico: ¿el niño que mataron en el parque está en esos mundos ahora? ¡a esos mundos voy a ir yo cuando sea un ángel!
«A uno le perdonan la culpa, el compromiso, el heroísmo, pero no el distanciamiento.»

El regreso del húligan, Norman Manea

3 de junio de 2016

Fósiles

Conviene ser siempre consciente de la tristeza. En cuanto tienes unos días buenos te lanzas montaña abajo y olvidas, siempre olvidas.
La conciencia de la tragedia templa. Te encaprichas de la alegría como un niño y demasiada alegría provoca inconsciencia y vanidad. Hay que caminar de lado y un poco encogido.
Olvidas que una vez viste salir de una boca de alcantarilla un ratoncito muy pequeño. Te lo llevaste a casa, pero te riñeron y te mandaron tirarlo. Lo tiraste a un patio y al estrellarse contra el cemento murió. Durante semanas viste, cada mañana antes de ir al colegio y cada tarde antes de ir al colegio, cómo el ratoncito se iba pudriendo. Al final era sólo un rastro como el de un caracol.
Olvidas que hacía sol y parte del sol quedó con los árboles bajo la tierra. Durante millones de años.
Después un buen día llegó el príncipe encantador y abrió la tierra: allí estaban, erguidos bajo nuestros pies. El tiempo había aplastado el aire entre ellos y lo había convertido en carbón y así, blancos, gigantescos, aparecieron ante nuestros ojos.
Olvidas cuando te metías tras las puertas para llorar, cuando creías que llevaban a tus padres en furgonetas por comunistas, cuando el perro llamado Lagún pasó unos días en tu patio de luces. Representabas a la perfección el papel de amante de los animales.
Olvidas cuando saltabais al infinito. Así lo llamabais, ¿recuerdas? Saltar al infinito.
Era uno de esos pisos de los años 40 donde desayunaban niños obreros antes de que amaneciera y sonaran las sirenas. Había un patio de luces profundo y gris de humedad y hollín. El musgo crecía en las cañerías. Si mirabas hacia arriba veías trozos de cielo: cielo gris o cielo azul, nubes pasajeras, estrellas. Desde la ventana del servicio se salía al patio. En el borde de la ventana os poníais de pie con un espejo en las manos que reflejaba las cuatro paredes grises y rectas y el cielo, luminoso, al fondo del pozo. Saltabais gritando y aparecíais, girando sobre vosotras mismas con las faldas levantadas, en el cielo, donde flotabais como medusas.
Los últimos días de Pompeya en la belleza de una vida. El pequeño animal ramo, con los restos de comida como lentejuelas en el estómago, grabado en cera.

1 de junio de 2016

Títulos

Hay que empezar a poner títulos, esto no puede ser. De ahí surgen todos tus males, de la falta de títulos, o tú qué te crees, ¿que la vida es así, un día tras otro sin empaquetar ni nada, todo a la buena de Dios, manga por hombro? Al aire la lleva, ¿eh? Con razón. Desde mañana mismo quiero título en todo: en los días, en los paseos, en los riachuelos que atravieses, en las parejitas bobas con que te cruces, en los amamantadores de perros que salgan al paso, quiero un título en las nubes y en las horas o dos horas o tres, si es el caso y el título las unifica, quiero título en las semanas y los meses. Ya sabes. Y con garbo. Maldito amorfo.
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