22 de julio de 2016

Cuerpo

La anciana de pelo blanco va al fisio. Es su placer. Prefiere gastarse en dinero en un buen masaje que en cualquier otra cosa. Se da un baño perfumado antes. Se pone sus mejores enaguas y sus prendas interiores más finas. Se prepara con tiempo. Camina recogida como una monja, con las manos sobre el estómago y en ellas la cartera. Cuando llega a la consulta se sienta en la sala de espera. El chico es moreno y fuerte. Tiene una sonrisa bonita y las manos calientes. Sonríe mientras la masajea suavemente porque su piel es fina como papelillos de liar y porque sabe que ella va para sentir el calor de unas manos, sangre que fluye por otras manos, vibración de otras manos en su cuerpo.

3 comentarios:

  1. Quizá, esa anciana, sea yo.

    Un beso a tus manos por todo lo que escribes y que a mí me levanta el vuelo.

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    1. Bellísima Graciela. Gracias a ti por leer. Qué privilegio el mío.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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