28 de diciembre de 2017

Traición

Me preguntaron esta tarde cuántos hijos tenía.

Dije: «Dos».

No sé qué fue. No deseé tanta violencia. Era una situación ligera. Social.

Traición.
Traición.
Lloro de traición.

Tres. Tengo tres.
Tengo tres.

Te va a llegar

Subo la cuesta arrastrando los pies. Ya oscurece.
Una mujer borracha a la puerta del bar le dice a otra con ojos despavoridos y poniéndole la mano en el cuello: «Tía, tía, que te va a llegar, que a todos nos llega, que te va a llegar».

Felicitación de Navidad

Tengo estos días sueños breves e intensos de los que regreso como si saliera a la superficie, ahogada.

Soñé en la siesta que me arrastraba lejos del fuego, sobre la nieve. Hacia el bosque.

Volví de golpe.

También soñé
que una mujer escribe
en el corazón de la noche
alumbrada por una sola vela.

Nadie la ve.
A nadie ve.

No llora ni aturde sus sentidos.
No se embebe en pantallas.

Escribe a mano en silencio.

Tiembla una pequeña llama.
Es el corazón de la soledad.

Amigos, feliz noche:
No os alejéis del fuego.

26 de diciembre de 2017

Excusas

Llueve sin descanso.

Voy a por un café de llevar y veo en la tele mientras me lo preparan a un hombre en actitud humilde en un juzgado. El titular dice que se muestra arrepentido. “La vida a veces te lleva a situaciones extremas”.

Observo su actitud humilde y su corte de pelo y pienso: "Qué habrá hecho éste. Qué excusa la de que la vida te lleva tan estúpida. Lo único honorable es el suicidio o, si no hay valor, dar la vida por los demás. Dedicarse a cuidar leprosos hasta la muerte."

El camarero empieza a insultarlo y me saca de mi ensoñamiento. Río ante lo que me parece un exceso porque la ira excesiva me parece siempre cómica y pregunto que qué ha hecho ése. Me dice entonces que mató con una motosierra a sus dos hijas pequeñas.

9 de diciembre de 2017

Diario de nínfula

Mis diarios han sido motivo de sorna durante toda la vida. Sólo dejaron de interesar a mis hermanas cuando crecimos mucho. Nada gusta más a mis hermanos que recordarlos, sobre todo ante los niños. En éste son casi todo recuentos de actividad, anécdotas de chicos que me gustan, amigas, familia, colegio. Pero a veces me pongo un poco estupenda, además de repipi.

(12 años)

Nota a Fany -mayor-
Fany: si cuando seas mayor conservas este diario, solo quiero decirte algunas cosas.
Si eres una gorda llena de hijos, ignorante y cotilla, quiero que sepas que no hay nada que yo odie más. No voy a envejecer, sino que seguiré toda la vida siendo joven de espíritu. Mis planes son: no se que profesion seré, aunque a mi me gustaría ser actriz, dar la vuelta al mundo y saber mucho; no me pienso casar hasta los cuarenta años lo menos y lo que tengo muy claro, es que siempre estaré muy unida a mis padres, mis hermanas y toda mi familia.
***
Ah, estoy pensando que mi abuela no va a morir, pero, que si así ocurriera, me imagino mi sensación al leer este diario.
La quiero mucho, mucho, y lloraría mucho si se muriera, pero simplemente está enferma y...
¡Qué asco me doy! No se si es verdad, pero estoy utilizando a mi abuela para comprobar mis dotes de adivinación y en el fondo estoy pensando que se va a morir, pues soy muy pesimista, pero no quiero, no.
Parece que hoy tengo ganas de filosofar, pero no sé expresarme. Tengo tal revoltijo de ideas en la cabeza que...
A veces e pasa que estoy haciendo una operación donde hay que pensar mucho, y por un momento veo la solución, pero luego pienso para mi: "Es muy difícil, ya lo haré otra vez". Otras veces, por un segundo me imagino qué pasaría si yo no hubiera nacido y por menos de un segundo puedo imaginarme el vacío; que no existo; sin embargo, como ya dije, dura menos de un segundo.
***
Voy a ver si consigo acabar El señor de los anillos, que había empezado ya hace tiempo, porque llevo unos días que ni leo, ni escribo ni dibujo, ni estudio, ni nada; sólo hacer el vago.

(13 años)

En días como hoy, me encierro en mi, y siento ganas de leer y de escribir. Además, no sé si es que soy masoquista o qué, que me gusta, me siento limpia y natural, como si ya no existieran los coches de choque, las discotecas, los bares...
***
Me da por pensar estos días ¿qué haré? dedicarme a fumar, beber y porrearme o no hacer ninguna de las tres cosas y llevar una vida de ecologista empedernido? Creo que por ahora opto por la segunda cuestión, aunque hay momentos en que casi vence la otra. Espero que no. También puede ser divertido vivir sin beber y fumar.
También tengo otra gran duda sobre mi futuro. ¿Qué estudiar? ¿Qué ser?
Todavía no tengo una personalidad definida y esto me preocupa bastante; a veces me da por ser una hippi ecologista; otras por ser una moderna punk y otras por ser una elegante clásica, aunque esa es la que menos. Lo que sí tengo seguro es lo que referente al asunto de los chicos, del matrimonio y del estudio. Chicos, todos los que quiera, matrimonio nunca, y estudio mucho, lo que sea.

1 de diciembre de 2017

Veneno, ojo, temblor

Corro tras mis pensamientos. Mariposeo de mantra en mantra como en un puesto de bragas del mercado. Me fotografío con una máscara africana, emplumada, enorme.

dedicada a enumerar la sucesión

contable de objetos del mundo
se agosta mi alma
hay más


de lo que aplastado yace
Oh, mis pensamientos.
Los llamaré con voz encauzada en mármol. Los recogeré como recoge un samurai su temblor.
Amaré mi rutina como una tejedora sus muchas patas.
Buscaré la poca belleza. Piedras de grano violento que por dentro sean piedra, piedra más profunda.
Un hombre abrió la boca negra para ingerir la muerte como Cronos a su hijo. El ojo de pronto anciano brillaba de aceleración. De vértigo.

22 de noviembre de 2017

Camino

Debemos caminar sin pensar porque haya sólo un camino. Un explorador no medita: camina absorto en la novedad, decidiendo, tomando todo en consideración, buscando señales, sospechando fieras o aguas. Un caminante del camino llano, del camino recto entre praderas, no piensa. Sólo camina. No se embebe de la misma forma que el explorador en el mundo. Su camino es interior. Se aquietan sus pensamientos mientras viaja al centro de sí.

7 de noviembre de 2017

Inteligencia

El hábito maestro, el que arrastraba con él todo lo bueno y hacía imposible lo malo, era madrugar. El arrepentimiento me llena. Pero el arrepentimiento es pura arrogancia: oh, qué bajeza de ti, haber caído, haber fracasado, haberte gastado en sufrir durante toda una vida. Deja que te atraviese, como dejas que el miedo o el dolor te atraviesen, para seguir a otra cosa. Relájate, no resistas. Basta de escabechinas.

Creo que me permitiré este experimento que, por sencillez y no poner títulos, llamaré "Diario". 

Magnífica novela de Cynthia Ozick, La galaxia caníbal. Sobre la inteligencia, en realidad. Me pregunto si no hay inteligencia que sigamos admirando una vez la hemos penetrado. Una vez que descubrimos en esa inteligencia clara  el resorte, la pata rota que todas las otras se ejercitan en compensar. Averiguamos cómo construye su andamiaje en torno a la debilidad, para ocultarla. Masas estelares que curvan el espacio tiempo. Quizá la inteligencia más alta es aquella que nada desvía de su trayectoria pura, ningún abandono infantil, ningún miedo a la oscuridad, ninguna confianza traicionada. 
La admiración pierde pureza cuando la inteligencia admirada pierde pureza. A cambio, se enriquece de amor. La lucha del niño por dejar de llorar es la que nos estremece. 

30 de octubre de 2017

Las SS

«Por aquella época consideré la posibilidad de incorporarme a las SS. ¿Por qué? Porque un hombre de las SS tenía un aspecto mejor y hablaba mejor y caminaba mejor que los mortales corrientes. La razón era la estética, no la ideología. Una fuerte corriente erótica oculta me impulsaba mientras discutía el asunto con otros soldados. A menudo me olvidaba de ponerme a cubierto durante los combates. La razón no era el valor —soy un gran cobarde y me asusto fácilmente—, sino la excitación: llamas en el horizonte, disparos, voces confusas, ataques desde aviones en el aire y tanques en el suelo: era como un escenario y yo actuaba en consecuencia.»

Matando el tiempo, autobiografía de Paul K. Fereyabend

No conozco al autor, filósofo, ni he leído la obra, que, estoy segura, merece ser leída y quizá algún día lea, pero quizá no. Encontré la cita por ahí.

La copié porque expresa mi pensamiento. Siempre he dicho que si los nazis hubieran tenido otro uniforme no habría ocurrido lo que ocurrió. Pero eran sexies.

Los jóvenes, en general, y los imbéciles no tienen verdaderas ideas. Tienen imágenes, carcasas de ideas, la estética los mueve: gestos con las manos, palabras, ropajes, risitas, complicidades, cortes de pelo, formas de expulsar el humo, drogas preferidas, soniquetes. Por eso, por la estética de ciertas ideas, porque ciertos tópicos arropan y nos insertan en un grupo o una corriente (¡rebelde, fuerte, de puño o mano!), eligen la mayor parte de los jóvenes e imbéciles sus ideas, su ideología, ese entramado en que unas ideas arrastran a otras y en el que deberían producirse cortocircuitos (¡deberían, pero ni siquiera; la lógica no importa!) porque aparecen contradicciones: ¡aparecen los judíos, aparecen las mujeres de derechas, aparece el masoquismo, aparecen los transgénicos, aparecen los comunistas especuladores en propiedades, aparecen los funcionarios anarquistas, aparecen los ecologistas consumistas, aparecen los sometidos manipuladores!
En fin. Últimamente tengo ganas de insultar. Qué le voy a hacer.

23 de septiembre de 2017

Claritas est quidditas

Las tres condiciones de la belleza

Integridad, armonía y resplandor son las tres condiciones de la belleza. (...)   Pasemos a la tercera cualidad. Durante mucho tiempo no entendí lo que quería decir santo Tomás, pero ya he logrado desentrañar la metáfora que utiliza (es muy infrecuente que recurra al lenguaje figurado). Claritas est quidditas. (...) Este momento lo denomino epifanía. Primero percibimos el objeto como una cosa íntegra; luego como una estructura compleja y organizada: como una cosa, en rigor. Finalmente, una vez comprobada la perfecta articulación de sus partes, lo reconocemos como esa cosa; su alma, su esencia se nos revela de pronto, más allá de su apariencia. El alma del objeto más común resplandeceante nosotros. El objeto alcanza entonces su epifanía. (Joyce, SH, pp. 212-213).

Comentario:

Porque la cosa se embellece cuando la amamos y amarla es atenderla. No toda cosa, sólo la bella. Algo que, por más atención que le dediquemos, no resplandece, es feo.
Feo es lo que, por más atención que le dediquemos, no resplandece. Bello es lo contrario. Y el mundo está lleno de belleza. Hay que saber verla. Se puede entrenar.
Hay quien ve belleza por todas partes y quien sencillamente no ve belleza alguna en el mundo.

19 de septiembre de 2017

Las tres condiciones de la belleza, James Joyce

Las tres condiciones de la belleza (...) Integridad, armonía y resplador son las tres condiciones de la belleza.
Primero percibimos el objeto como una cosa íntegra; luego como una estructura compleja y organizada: como una cosa, en rigor. Finalmente, una vez comprobada la perfecta articulación de sus partes, lo reconocemos como esa cosa; su alma, su esencia se nos revela de pronto, más allá de su apariencia. El alma del objeto más común resplandece ante nosotros. El objeto alcanza entonces su epifanía. (SH, pp. 212-213).
(Claritas es quidditas. Santo Tomás. Esencia.)

El otro día estuve pensando en mi novela. ¿Cuánto tiempo llevo con ella? ¿Vale la pena seguir? (Carta a Stanislaus Joyce, Roma, 10 de enero de 1907, en Selected Letters, p. 143).

He leído ese capítulo varias veces. Tardé cinco meses en escribirlo. Cada vez que termino un episodio caigo en una apatía total de la que parece imposible que salgamos yo y el maldito libro. (Carta a Harriet Shaw Weaver, Zúrich, 20 de julio de 1919, en Selected Letters, p. 240).

La imaginación no es sino la reelaboración de lo recordado. (Cita de Vico, en Ellmann, op. cit., p. 661).

La poesía no tiene apenas en cuenta los ídolos de la gente común, ni la sucesión de las épocas, ni el espíritu de su época, ni la misión de su comunidad. La tarea esencial del poeta es la de librarse de la influencia de los ídolos que lo corrompen totalmente. (CW, p. 135).

El hombre de genio no se equivoca. Su error es deliberado: el umbral de una revelación. (U, p. 182).

El escritor no debería escribir nunca sobre lo extraordinario. Eso es tarea del periodista. (Ellmann, op. cit., p. 457).

Nadie desconfiaba tanto como él del fervor de los patriotas. Como artista no sentía
sino desprecio por toda obra que no hubiese surgido de la disposición más estable del
espíritu. (SH, p. 204).

Sabatini, Federico (ed.), Sobre la escritura, James Joyce. Disponible: https://drive.google.com/drive/folders/0B1Uk0OUWn7NxVVllQjAtNGFTMDA

10 de septiembre de 2017

Mi amor ha venido a mi

Mi amor ha venido a mí. Lo llamé yo con un estúpido truco, una especie de sortilegio que, sorprendentemente, funcionó. Oí su voz en la habitación de al lado.
Era más alto y más delgado, pero tenía el pelo tan corto como la última vez. Decía: ¿dónde has estado? Me observaba con tristeza y cierta desconfianza, pero luego, en el abrazo, nos fundimos. No puso reparo. Tenía rizos rubios entonces y su peso era perfecto. No se puede imaginar. Qué felicidad loca.
Pero había prisa. No perdí el tiempo en preguntas inútiles sobre la existencia y la muerte. Sólo quería volver a verlo. Insistí. Quería certezas. Él parecía casi resignado. Cansado. Yo no cabía en mí de felicidad. Lo entreveía, no lo reconocía de continuo. Siempre que lo veo está así. Un poco triste, un poco zombie. Verdoso. Con ojeras. Qué esfuerzo reconocerlo. Así, como si saliera del fondo un instante y abriera los ojos mirando al cielo para volver a hundirse, verlo, saber que es él. Felicidad. Abrazo. Cuerpo. Manos en mi cara, mejilla en mi cuello. Incluso hablaba: ¿Dónde has estado? Giros, giros. Abrazo, abrazo.
Tenía su palabra. Creía que podría, sí. ¿En un mes? Sí. Eso creía. Sabia mucho más de lo que decía. Estaba ocupado, pero para mí hubo compasión y, aun más, amor. No sólo resignación y pasividad, no. Él me quiere. ¡él me quiere! Él es mío y yo soy suya. Tenía su abrazo. Aún lo tengo. Es todo lo que quiero.     

2 de septiembre de 2017

Paz de los ojos en blanco

Contemplan aterrados lo que aman porque lo perderán.
He entendido ahora, de pronto, a esos desgraciados que sufren cuando aman.
Lo he entendido justo ahora, por la paz. Preciosa como un renacuajo en la palma mojada de un niño, una columna de sol, silencio con restos rosas al atardecer.
La gratitud me ocupa entera y me desmaya. Estoy enamorada de la paz.
Pero suenan tambores a lo lejos. Me temo tanto. La ceguera, la repetición terca de lo mismo.
Además, no debo ser demasiado feliz porque el mundo está lleno de sufrimiento y puedo ser castigada. Si no sufro yo, podrían ser castigados otros. Otros. Los que amo. Beso el suelo, aprieto los ojos, rezo o como se llame, lo que sea. ¿Se acercan los tambores? Remonta el tam tam.
¡Ah, pero esta paz! Perfecta. Un poco muerta, que la perfección es muerte. Los vencejos anidan en los tubos de ventilación de los edificios en este patio terraza que parece una cala al fondo de un acantilado rojo.
El sol recorta unas fachadas sobre otras. Hace geometrías intensas.
Una sábana es agitada por la brisa en un tendedero.
La temperatura es perfecta. Mediados de agosto. Puedo atravesar la sombra con mi mano, el aire ensombrecido con mi mano: lo penetro. El sol aún ilumina el cielo.
Se pondrá pronto.
¡Esta paz!
Cómo puedo apresarla.
Qué ejercicios de estiramiento y fuerza he de hacer para que se quede, qué hábitos asentar, qué rutina implementar, qué sacrificar y a qué dioses, a qué profesional...
Cómo puedo no perderla.
Se irá. Me dejará. Me abandonará por otro.
Lloro.
Es tan perfecta.
Me pone los ojos en blanco.
Cuánto te añoro, paz de los ojos en blanco, y aún no te he perdido.

12 de agosto de 2017

Los dioses y los budas




He soñado que los dioses se habían reunido encima de esta casa.
Puedo oír sus voces.
¿No es acaso un bendito acontecimiento?
Los dioses y los budas no me abandonarán. Es algo casi demasiado bueno como para ser verdad.

(El abuelo agonizante en Diario de mi decimosexto año, relato de La bailarina de Izu, de Yasunari Kawabata.)

2 de agosto de 2017

Vírgenes

Setenta vírgenes de rizos entrecanos y gafas se han reunido para renovar su propósito de mantenerse incógnitas durante otro año más. Están contentas alrededor de un viejo al que ni la mitra ensalza. Impenetradas. Miro la foto de las señoras agostadas en rama, sus tobillos gruesos. Pienso que no se lo van a poner difícil.
Pero luego imagino. Otro año más. Otro año más sin conocer eso que el mundo desea y en cuya busca vuelve siempre, animal ciego que horada con la cabeza. Imagino esa piel incólume de las vírgenes ajadas, esos anillos de carne nunca refregados, esos labios que no han sido retorcidos, no han comido, no han hozado. Frutas sencillas sueltas desprendidas enteras a las que el aire no hiere. Imagino. No han gemido de anticipación al ser abiertas por dos manos. No saben del rojo henchimiento, del dulce tragar. Desconocen la crecida y los jugos del derretirse. No saben cómo se cae despacio, muy despacio y deshaciéndose, en otro que en ti entra deshaciéndose, ese amor único. No saben del desvanecimiento en el sin fondo de peces abisales, eléctricos. De las sacudidas.
Imagino la entereza. La angustia de la completud. Espíritus igualmente lisos, inmaculados, cerrados a la penetración y al parto. Sin deseo, y sólo atrofiando el deseo pueden sostenerse esas sonrisas, cómo se camina día tras día. Qué mueve. Se reposa sobre alféizares a ver pasar el mundo, se habla en voz baja con hombres romos, hombres sin brazos, en mañanas y tardes que tienen la textura de una viñeta infantil.
Angustia de la completud. He sido cruel.
Iría a ellas y yo misma las desvirgaría, las ensuciaría de esperma y barro. Todo por acabar con esa tersura, ese desconocimiento de toda caída. Al menos las abrazaría. Les haría sangre. Las mordería. Cómo no romperse alguna vez en la vida, cómo amar sin abrirse, sin romperse para dar entrada, para dar salida.

20 de julio de 2017

Oleada

Como cuando la selva entera sigue a Tarzán, su grito que atraviesa la noche, los golpes en su pecho que resuenan en la noche, la selva unida por el hombre (blanco: finjamos no verlo, hundámonos en la noche, en la selva); 
así, sí, como cuando cabezas recortadas contra la luna, cabezas de leones y de hienas, de panteras y de simios, cabezas asomando acumuladas (¡vivas, no disecadas!) se agolpan en oleada tras el hombre; 
así, como esa selva que se abalanza, me siguen a mí horas, días, años 
y todas las particiones del futuro y me hacen sombra
y se abalanzan.  
Así corro, apremiada por la selva, así corro y corro y corro ante la ola gigantesca del tiempo que se curva y muestra el ribete blanco de abrirse porque está a punto, lista y deseosa de tragarme.

18 de julio de 2017

Abades





Yo con esto lloro y me expando de gozo.
No puedo evitarlo. He de declarar mi amor.
Leí en 2010 o 2011 Abades en extrañas circunstancias.
Nos fuimos a Santillana, ciudad medieval, a una feria de libros artísticos que se celebraba dentro de una basílica helada. Yo llevaba mi capita negra. Estaba transida de dolor y amor aquel año, aquellos años, aquella vida. Estaba aquella vida quebrada de dolor. Era un grito y un gemido. Da lo mismo.
El frío me penetraba lentamente y reblandecía mis huesos, así que salía al césped a tirarme al sol con Abades. Salía del olor de la piedra al olor de la tierra. Salía y me tiraba al suelo con este libro que creía haber cogido al azar de la librería y otro que también creí coger al azar, pero que tan perfecta compañía hacía al primero que no, no pudo ser azar. Un librito sobre pintura romántica de Acantilado, de Rafael Argullol. Los leí a la vez. Salía al pequeño prado junto a la basílica y leía mientras el sol lamía lentamente mis huesos de espuma, y me expandía un poco. A veces había niños que se me lanzaban encima y me cabalgaban llorando. Otras turnaba a mi marido en la oscuridad de piedra para que él viera el sol. Se protegía los ojos al salir, como un vampiro. Vendimos muy poco. Cuando yo estaba erguida los que pasaban no se atrevían a mirarme porque espantaba. Pero me tendía sobre la tierra no del todo seca, sobre su exhalación. Me tendía sin tiempo. Abades es medieval, romántica, postmoderna, y su belleza deja los ojos en blanco. El mar estaba cerca y había un sol que no quemaba. Mis huesos, como el monte Saint-Michel en que levanta su abadía Éble en el libro, estaban hechos de agua y arena, y mi alma era de aire y fuego blanco. Todo lo había llevado la riada y los elementos se habían fundido en un caos claro y no se separaban. Como el paisaje sin forma que contempla el monje de Friedrich de la portada de no sé qué edición de Abades, así nos deshacíamos y fundíamos yo y el mundo, dulcemente podridos, blandos, amantes. Y cuando vuelvo a tomar como hoy el libro y lo empiezo me fundo otra vez y me deshago, dulcemente podrida, blanda, amante.

27 de junio de 2017


Llueve tibio y pesado
el cielo de junio.
Sus pestañas llenas.

Viene hacia mí corriendo y cae.

Llueve lento y redondo.
La tarde refleja
su piel luminosa, el júbilo
de la lluvia, el semáforo rojo.

Viene hacia mí corriendo y cae.

Tiene un caracol en un tarro,
cristal lleno de espuma,
retorcido.

Viene hacia mí corriendo y cae.
La tarde redonda,
sus pestañas llenas.

20 de junio de 2017

Interné



“Hace poco Yahoo me llamó para pedirme permiso para subir uno de mis textos a la web. ¿Saben qué les contesté? Les dije que se fueran al infierno con Internet. Lo detesto. Es una distracción. No es real. Está en algún lugar en el aire”.
Ray Bradbury

No va tanto de Bradbury a los dos ancianos que me partieron el corazón hace ya mucho cuando uno preguntó a otro con vocecita: «Pero eso de interné ¿qué ye?» Probablemente la cita de Bradbury es de aquellos primeros tiempos.

13 de junio de 2017


El olor de un ser que siempre ha estado solo, oliéndose a sí mismo en su estancia sin otros,
oliendo su acre mismidad.
y el olor de otro ser solo que sólo a sí mismo ha olido
se encuentran.

Se transforman en caracoles y se aman como caracoles, intercambiando partículas que se desprenden con el rozamiento.

En la siesta llega hasta ellos el olor dulzón de un guiso de carne, un regusto de vino,
y vuelven a amarse
abriéndose y penetrándose de la grandeza de todo lo que tienen por delante.

La despreocupación por la forma, los desayunos orgiásticos de las babosas, los frotamientos de los mil aromas.

2 de junio de 2017

Volar

«¡Volar
sobre el parque de la infancia!

Confía.
Yo confío.»

Nuestro padre falleció de madrugada, en paz, rodeado de amor. Vivió una vida plena y fue consciente.
En la foto de abajo, él sostenía la tierra y yo sostenía la tierra. Él hacía la grulla y yo hacía la grulla.
Porque se adentraba majestuoso en el mar, las aguas transparentes, yo a su espalda como una ranita, hasta que perdía de vista la costa, y yo nunca tenía miedo.
Porque le pedía, mi oreja en su pecho, que hablara para que vibrara el mundo.
Porque nos dio la poesía y la belleza, la integridad y la compasión.

Adiós, papá.
Nos vemos en nada.

5 de mayo de 2017

Demasiado yo

Creo que hago bien dejando el blog. Soy demasiado yo. No quiero ser yo. (...) Me ha ayudado exhibirme, me ha afirmado, pero creo que no es bueno para mi evolución como escritora.
(La que viste y se aturde, 2006)

Es decir, antes de las redes sociales, las que matan lo que es sólo mío, lo que no tiene nombre, lo que vive en la noche.
¡He de huir!

22 de abril de 2017

Agua por la que matan

Aquí estamos de nuevo
de rodillas, la frente al suelo,
permitiendo que nos traspasen mareas
de esa agua por la que matan.

Casi absoluto el silencio.
No quiera yo poseer la belleza.

21 de abril de 2017

Visión

Máquina biológica, impulsos deterministas, alimento, sexo, poder. Eso es el hombre sin una visión de la existencia, de la vida universal, que es lo que diferencia al humano del estado de existencia animal. «Tengo un sueño» de King significa «Tengo una visión».
La visión es el conectar con un conocimiento y el propósito particular de la existencia en uno mismo, descubrir la función de uno en la existencia. Para qué he nacido, que espera la vida de mí, a qué debo dedicarme, en qué debo enfocarme: la visión da sentido a la existencia. La visión es una experiencia estructuradora de sentido. Los seres humanos hemos dejado de tener un sentido de la existencia. Hoy día el sistema pone el sentido en el consumo y la producción. Nos estamos volviendo autómatas. Parte del automatismo. Eso ciega la conciencia. Se vuelve opaca y neblinosa. No hay sentido de la propia existencia.

22 de marzo de 2017

Órgano

La única habitación interior de mi casa es el cuarto de baño.
Hay un conducto de ventilación estrecho y vertical hasta el tejado. Una vena de aire en el edificio.
Es un órgano.
El viento en él suena como música.
Arrastra nieve de la estepa y polvo del desierto.
Ululan trompas de los ángeles en lo alto, en el oro del paraíso.
Yo entro y me siento en el suelo del cuarto de baño a escuchar.
Veo montañas púrpura y salmón, mares que se levantan.
Porque todo el cielo está en esa pequeña habitación interior.
El costoso avance, cuerpo inclinado, mejillas mordidas por lo inmenso.
El fuego protegido, el frágil parapeto en el linde del bosque, y ya oscurece.
La tundra. Todo en la pequeña habitación, la enterrada en ladrillo.
La emparedada. La madriguera. En la entraña del cielo se gesta la tormenta.
En la entraña del órgano yo escucho.

5 de enero de 2017

El señor Marcus

¡Es tan sencillo! Desde que conozco al Señor Marcus comprendo mejor porqué tengo que mantenerme dura en ocasiones y porqué en otras ocasiones puedo permitirme deshacerme, como por ejemplo en el otoño, o en los jardines románticos. Pero jamás en la ciudad, o en presencia de extraños que no sean capaces de compartir mi sentido del humor sin haber sido prevenidos con antelación. El Señor Marcus sí supo ver en mí. Entonces yo estaba llena de angustia por no saber aceptar mi odio. Tenía aquellas pesadillas terribles y creía que era una malvada, que había en mí un ser depravado esperando la primera oportunidad para salir. Él supo. Me acompañó a casa de Émile y esperó mientras yo le decía lo que le tenía que decir.

—Émile . No me gusta el olor a medicinas y a meadas que hay en tu casa.
—Eres tan dulce.
—Émile . No te debo nada por un favor que me hiciste sin que te lo solicitara. No me hiciste firmar un contrato. Perjudicaste a otros para hacerme un regalo que no pedí.
—Pero tú eres demasiado dulce…
—Émile . Cada noche sueño que acabo contigo a hachazos, así que es mejor que no vuelva por aquí.
—Oh, mi pequeña, tú eres tan dulce… no puedes decirme esas cosas. Tú aceptaste mi anillo. Yo he hecho mucho por ti.
—Émile . No acepté tu anillo, sólo me diste pena. Tómalo.
—Vienes protegida, pequeña. Eres tan dulce… ¿es ese hombre el que te ha convencido?
—Émile . Eres un gusano.
—¡Yo te he dado todo! ¡No eras nada! ¡Una basura!

Vino hacia mí con su boca babeante. Estaba aterrorizado, porque ahora tendría que dormir solo y sus enemigos vendrían a vengarse, no estando yo allí para protegerlo. La noche era caliente, ya había pasado el invierno de dolor.

Cuando salí de aquel lugar me sentí tan feliz que no sabía qué hacer. Salté y me subí a los árboles, desde donde saludé al señor Marcus mientras decía que a ver si sabía dónde había un monito que lo quería. Yo lo llamé siempre señor Marcus. Él protestaba, pero ni una sola vez dejé de llamarlo así. ¡Amor!

Esa noche nos amamos. En un cuarto vacío hicimos nuestras cosas. Yo escupí sobre mis pechos y él me lamió y también yo lo lamí a él. El señor Marcus siempre se insulta. Habla de sí mismo como “gusano de mierda”. Se llama a sí mismo “el gusano de mierda oledor de mierda”. Fantástico. No tiene nada de eso. Nada. Él es bueno y dulce. Dice que algún día va a escribir algo, no obstante, que pueda depositar con brusquedad sobre una mesa.

El Señor Marcus me llevó al circo y en un momento me escapé y me subí al trapecio. Todo el mundo se reía y al final recibí un aplauso. El Señor Marcus se asustó, pero luego se sintió muy feliz.
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