Como cuando la selva entera sigue a Tarzán, su grito que atraviesa la noche, los golpes en su pecho que resuenan en la noche, la selva unida por el hombre (blanco: finjamos no verlo, hundámonos en la noche, en la selva);
así, sí, como cuando cabezas recortadas contra la luna, cabezas de leones y de hienas, de panteras y de simios, cabezas asomando acumuladas (¡vivas, no disecadas!) se agolpan en oleada tras el hombre;
así, como esa selva que se abalanza, me siguen a mí horas, días, años
y todas las particiones del futuro y me hacen sombra
y se abalanzan.
Así corro, apremiada por la selva, así corro y corro y corro ante la ola gigantesca del tiempo que se curva y muestra el ribete blanco de abrirse porque está a punto, lista y deseosa de tragarme.
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