30 de agosto de 2018

Ser secreto

Ser secreto para los demás duele y al tiempo conforta. Duele porque existe siempre el sentimiento de ser incomprendidos, incluso -y éste es el elemento más doloroso- de serlo para las personas cercanas y amadas. Conforta porque ayuda a atravesar la soledad de la existencia y a resistir la incomprensión ajena gracias al sentimiento de poseer una verdad oculta, de no ser sólo lo que les parecemos a los demás; conforta con la idea de una irreductible peculiaridad que los otros no pueden conocer porque no podrían comprenderla.


Claudio Magris, El secreto o no

29 de agosto de 2018

Redescubrimientos


Salía del negro desfiladero. La verdad era que ya había salido de él más de una vez. Y seguiría saliendo. Los tratados dedicados a la aventura del espíritu se equivocaban al asignarle a esta unas fases sucesivas: todas, al contrario, se entremezclaban. Todo se hallaba sujeto a infinitas repeticiones. La búsqueda del espíritu daba vueltas en círculo. Antaño en Basilea, lo mismo que en otros lugares, había pasado por la misma noche. Las mismas verdades habían sido reaprendidas varias veces. Pero la experiencia era acumulativa: el paso, a la larga, se iba haciendo más seguro; el ojo veía más allá de ciertas tinieblas.

La búsqueda de Zenón en Opus Nigrum, la joya de Yourcenar. 


¿Debo aceptar recobrar una y mil veces la enseñanza de este pasaje que encuentro vagabundeando por mis notas, mi masa amorfa cúmulo de años? Sí, claro. Eso es. ¿Sera verdad? ¿Es cierto que mi paso se hace más seguro? La impresión es la contraria. ¿Ve mi ojo más allá de ciertas tinieblas? 

No puedo mantener los ojos abiertos. Tengo una enfermedad del sueño de ésas. No aprieto el puño y la mente se deshace en sus objetos. Me deshago en mis objetos. Lo que parece siempre a punto de formarse de deshace. El mundo mismo se deshace.

Debo trabajar como una anciana. Escribí una vez un tuit... Cómo era. Lo he encontrado:

Antes apretaba los puños por haber olvidado. Ahora río al redescubrir mi redescubrimiento.

Pero no río. Debí pensar eso en una época de fortaleza y confianza.

Voy. Voy a trabajar como una anciana: pensando que ha pasado lo mejor.

Que mi obra sea mi rutina. 

26 de agosto de 2018

Verano 2008

Caminaba mal con las sandalias. Decidí bajar a la arena y quitármelas. Caminé con ellas en la mano a lo largo de la playa hasta la escalera 10, donde me esperaban. La carne de las personas que corrían a veces en pos de una pelotita bajo el sol suave, sus carnes, como olas color arena, se movían. También estaban por allí el viento. El cielo.
Sobre todo el agua.
Me sentí feliz.
Increíblemente pesada. Pegada a la arena. Sobre las patas.
El viejo pensamiento de la fealdad de la gente surgió de nuevo, pero ahora me produce una gran ternura. Somos tan feos todos.
Mi hermana dijo una vez:
-Pero nadie es tan monstruoso como nosotras.
Ternero y Gatito estuvieron escarbando un pozo. Una piscina. Una charca. Su lago. Querían hacer pis y yo les aseguré que su pis en el Océano era tanto como una gota. Tuve que decirles que infinito menos pis igual a cero. Qué más da que no tenga sentido si a mí me sirve. Ternero balbucea siempre de infinito. Sabe que no hay nada mayor, le encanta el infinito, por influencia de su gran hermano, Monito. Me lamieron, revolcándose en su lago. Gritaron.

25 de agosto de 2018

i.

Imaginé hace poco un sufrimiento nuevo.
Un sufrimiento distinto a todo, caído
de la boca de un dios desatento,
sembrado en tierra abierta. Florecía
como una telaraña de tiempo. 

Temblaba.

Vuelcos del corazón.

ii.

Láminas de sombra
se deshacen sobre los prados
comidos por el sol. Se deslizan.

Se vacía el corazón.

Oscuridad derramada
ojos crecientes de una noche que pruebo
desde la orilla con un pie.

Tomo aire negro a bocanadas
y el sudor de la piel se vuelve agua.
Buceo en la oscuridad. Noche que penetro.

Se detienen las palpitaciones.
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