31 de diciembre de 2020
El sacrificio de Ifigenia
(...) Osó, en fin, convertirse de su hija en el inmolador fomentando una guerra iniciada para vengar el rapto de una hembra, propiciatoria ofrenda de una armada.
Antístrofa 5ª
Y sus ruegos, sus súplicas de "¡Padre!", sus años virginales, para nada contaron para aquellos capitanes sedientos de combate. Tras la plegaria, el padre hace señal a sus ministros, que con todas sus fuerzas la incorporen postrada como está entre sus ropajes, y que encima del ara la coloquen, con el rostro inclinado hacia la tierra como una cabritilla; que con una mordaza sobre su hermosa boca, impidan que dé gritos de maldición sobre su propia casa.
Estrofa 6ª
con la fuerza y el mudo ardor de un freno. Y en tanto iba vertiendo azafranados tintes, desde sus ojos iba despidiendo dardos de compasión contra quien la inmolaba. Parecía llamarlos por su nombre, como en un cuadro, pues ¡con qué frecuencia en la estancia paterna, llena de ricas mesas, había ella cantado! ¡Cuántas honrara, intacta y amorosa, con su voz virginal, la libación tercera de su padre, con un feliz peán!
Antístrofa 6ª
Lo que luego siguió ni lo vi ni lo digo. Mas de Calcante el arte no deja de cumplirse. (...)
En Agamenón, Esquilo
14 de diciembre de 2020
Forma
24 de mayo de 2020
La canción de la última cita
pero eran ligeros mis pasos.
Me puse en la mano derecha
el guante de la mano izquierda.
¡Me pareció que había muchos peldaños
aunque sabía que eran sólo tres!
15 de mayo de 2020
Fortalezas
15 de febrero de 2020
Una misma savia
Resulta que nadie que goza es viejo. Son los fantasmas y los abrazos. A veces resulta que un jugo que nunca se secó fluidifica sin pausa el tono de una frase como la mácula de sangre persiste en impregnar la llave de Barbazul. El goce deja huellas. Deja zapatos de cristal, anillos muy estrechos que no le andan a ninguna criatura de este mundo. Hay que recoger sin descanso pruebas que se parte a extraer en el subsuelo de la tierra y la sombra de la historia. Es el baldío encantado.
Sobre lo anterior, Pascal Quignard
14 de febrero de 2020
6 de febrero de 2020
Hojas sueltas
No había entre ellas unidad ni nada especialmente interesante que justificara guardarlas entre las hojas de un libro.
Un párrafo sobre que el escritor rompe el género con alusiones a Banville que en su momento puse en facebook.
Una clave para mí misma: recordar a las adolescentes, las de la virginal pasión. Y sí, recuerdo esa idea.
Una cantante que iba sobrada mientras que las dos que había a sus lados estaban demasiado ocupadas en cantar bien para ser expresivas. Las voces de los niños, angélicas por su pureza. Pureza e inexpresividad, que van unidas. Es necesario el pecado. La voz de un niño es ultraterrena. No vida: ángel. Cantar bien es dar vida.
Y un libro maléfico. Odiado. Irritante. Un libro para adolescentes con mensajes morales llenos de maldad. En el kitsch se esconde el diablo. Lo recuerdo bien, era sólo 2014. No recuerdo su título ni el nombre de su autora, afortunadamente. Un engañabobos nauseabundo.
Por fin entendí que eran las tres primeras hojas de una libreta abandonada y las había arrancado para empezarla de nuevo.
A la basura van.
También encontré una hoja de uno de esos blocks de notas de hotel, con fecha del 30 de marzo de 2019. Había cumplido un ritual bajo una luna de pináculos que vertía su leche.
«Abro un ala con ruido de lona.
Luego la otra. Las despliego.
Alguien se asusta.
Toma por ferocidad
mi gozo y determinación.»
Recordé entonces, al leer, que aquella misma tarde, antes, cuando salía yo, había sentido tu tristeza hondísima por vez primera. Incluso te pedí perdón. Entonces fue, me digo: cuando rebosaba yo.
23 de enero de 2020
Nido de tiempo
No dormirme en mi nido de tiempo.
Entrar en él como en un recinto sagrado.
El juego de hacer votos.
Comienzo.
Sí, así es: un puñado de versos me transforman.