19 de junio de 2021

Jules Renard

Ninguno de mis libros llega a la segunda edición. Gano por término medio veinticinco francos al mes. Si mi hogar continúa en paz, es gracias a una mujer dulce como los ángeles. Me canso en seguida de mis amigos. Cuando los quiero demasiado me resiento con ellos y cuando ya no me quieren, los desprecio. No sirvo para nada, ni para conducirme como propietario ni para hacer caridades. Hablemos de mi talento. Me basta leer una página de Saint-Simon o de Flaubert para sentirme avergonzado. Mi imaginación es una botella, un culo de frasco ya vacío. Con un poco de costumbre, un reportero igualaría lo que, lleno de suficiencia, llamo yo mi estilo. Halago a mis colegas por carta y los detesto al verlos. Mi egoísmo lo exige todo. La ambición de tener una estatura para poder mirar de arriba abajo el Arco de Triunfo y ese falso desdén por las medallas. Si se me trajera la Cruz de la Legión de Honor en un plato, me pondría malo de alegría y no volvería en mí sino para decir: ¡Llévense esto! La arruga que tengo en la frente se ahonda cada día más, y pronto los hombres tendrán miedo de mirarla y apartarán sus ojos de ella como si se tratara de una fosa. No trabajo siquiera como el que quiere merecer el embrutecimiento y, a pesar de esto, hay algunos cuartos de hora, palabra de honor, en que estoy contento de mí.

29/11/1891

He hecho el cálculo: la literatura puede alimentar a un pinzón, a un gorrión.

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Barrès olvida frecuentemente que lo que llaman con desdén "un relato" es más difícil de hacer que una reflexión filosófica. Hay críticos que no hablan sino de los libros que se van a hacer.

30/11/1891

Examen. No he trabajado bastante: demasiado refrenado. Pues yo, que en la vida soy más bien un abundante, que hago un gasto nervioso demasiado grande, en literatura, desde que cojo una pluma ya estoy titubeante, con una conciencia excesiva. No veo el libro bello, sino la página torme que pòdria estropear ese libro y que me impide escribir. Repetirme que la literatura es un deporte, que en ella todo depende del método, que hoy se llama entrenamiento. Ningún pelibro en rebasar los límites. 

01/01/1892

El horror que tengo a la mentira me ha matado la imaginación. 

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La profesión de las letras es, sin embargo, la única donde se puede, sin hacer el ridículo, no ganar dinero. 

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Hay que confesarlo: no conozco más que la dificultad de ponerse al trabajo, pero la conozco todos los días. 

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El talento es una cuestión de cantidad. El talento no consiste en escribir una página: consiste en escribir trescientas. No hay novela que una inteligencia corriente no pueda concebir, ni frase, por bella que sea, que un principiante no pueda construir. Queda el levantar la pluma, la acción de ordenar el papel, el llenarlo con paciencia. Los fuertes no titubean. Se ponen a la tarea, sudan. Llegarán hasta el fin. Agotarán la tinta, acabarán con el papel. Solamente esto diferencia a los hombres de talento de los cobardes que no empezarán nunca. En literatura no cuentan más que los bueyes. Los genios son los más gordos, los que penan dieciocho horas diarias de una manera infatigable. La gloria es un esfuerzo constante.

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He tenido demasiado miedo de admirar libros o acciones. ¡Que mánía, decir frases ingeniosas a las gentes cuando quisiéramos abrazarlas!

01/01/1987

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