7 de agosto de 2022

Océano

El niño lleva agua desde el pozo que ha excavado, el foso de un castillo blando, inestable, que, si te fijas, no parece siquiera un castillo, no es un castillo, es una montaña malfecha, una cosa amorfa y boba, al mar. Se le derrama por el camino y cuando llega a las olitas y vierte el agua, bien poca es. Y vuelve al castillo por así llamar a eso, que ni a cosa llega porque no tiene forma, y empieza de nuevo.
Qué bobo. Mira hacia mí y sonríe orgulloso. Mi mirada abarcadora lo sitúa bien entre el Océano infinito y los hombres, los miles de millones vivos, los incontables muertos. Cuánto tiempo pasará haciendo esto. Déjalo que disfrute sin ser consciente de su pequeñez. ¿Quién es ese niño ridículo, qué delirios de grandeza lo mueven? ¿Qué se cree? Quién se cree.
¿Debo llorar por él, por la intrascendencia de sus actos?
¿O debo jugar con él?

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