16 de febrero de 2023

La hierba

Una vez saqué patatas de la tierra negra. Fui con los vecinos de los abuelos. Era amiga de sus hijos y por aquel entonces los niños del campo también trabajaban. Una partida a la yerba. A la siega. Por las altas montañas hasta Santa Yocaya. No hacía sol. Mundito interior en una campana de cristal. Mundito ondulado y recorrido por caminos invisibles. Yo no participé en la siega, pero me dejaron sacar patatas del surco bajo la luz blanca, en la ladera inclinada, junto a la cabaña. Era como si las arrancara. Regresé tumbada sobre el heno acopiado en un carro del país, de los que cantaban, con otros niños. El carro estaba tan cargado que apenas si cabía por las caleyas pendientes y enredadas y las ramas nos tocaban la cara. Los hombres guiaban a las vacas entre las piedras irregulares con gritos tronantes: ¡Uó, Morica! Me metí una hierba en la boca sabiendo que repetía un gesto ancestral. Que participaba en un rito ancestral que pinto ahora en alabanza.

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