16 de febrero de 2025

La fiera

La fiera está sola. Es inverno y camina por la estepa como si fuera la estepa la que caminara por ella. Se desplaza oliendo, sintiendo, queriendo comer. Está sola en el mundo y siempre lo ha estado. Ella es el mundo. El niño está solo. Es blanco y delicado, delgado, pequeño, lleva un gran gorro de piel, y está solo. La fiera tiene ojos rojos rojos. Olfatea. No es apetitoso, pero hay poca caza. Es invierno. Todo lo que vive se ha escondido. Qué hace ese niño en medio de la estepa. Se gira, el niño, y la ve. La observa sin miedo. Va hacia ella. ¿Va hacia ella? ¿Cómo se atreve? Sonríe con la mano ante él e intenta acariciarle el hocico. Llega la madre del niño corriendo y al verlos juntos se detiene. Camina muy despacio, aunque todo su interior se ha fundido de terror. Llama al niño con susurros, hace gestos breves con la mano para que se acerque a ella, pero el niño está al lado de la fiera, que encuentra divertida la situación y se acerca a él. La madre llega a donde ellos están y coge al niño en brazos y empieza a caminar hacia atrás, pero la fiera camina a la vez y no acaba de distanciarse de ella. El niño se revuelve en el regazo de su madre y consigue soltarse y caer al suelo en el momento en que la fiera está más cerca. La fiera lo huele como se huele un vino o se huele un pan o se huele un plato de carne asada y se le hace agua la boca, que recoge con su propia lengua. Su mirada aguda como una aguja entra en el niño. Entra hasta el corazón del niño, que está henchido de algo que no es terror sino emoción y tiende hace ella, hacia la fiera. Es un corazón que quiere tocar su propio corazón. La madre está congelada, su instinto le pide que no se mueva, que se hunda en sí misma una y otra vez sin llegar a desmayarse, que atienda a este instante en que todo se decidirá. La fiera siente, al contacto de la mano del niño, como si un hilo vivo, una saliva, la uniera a otro ser. Nunca había ocurrido esto, y espera un momento antes de desgarrar. Y otro momento. Espera durante un presente que se alarga, un presente en que no está sola. Un sonido grave de gozo se gesta en su garganta pero lo contiene la boca cerrada que no acaba de abrir. Así como la madre se desmaya internamente y no cae, la fiera contiene el impulso de sus fauces, contiene el desgarro, y se esponja por dentro, se descubre porosa, permeable, y se deja hacer, permite el acercamiento del corazón del niño que llega hasta el suyo con la fuerza del sol. Y se sienta. La fiera se sienta sobre los cuartos traseros y el niño se sienta a su lado.

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