29 de agosto de 2018

Redescubrimientos


Salía del negro desfiladero. La verdad era que ya había salido de él más de una vez. Y seguiría saliendo. Los tratados dedicados a la aventura del espíritu se equivocaban al asignarle a esta unas fases sucesivas: todas, al contrario, se entremezclaban. Todo se hallaba sujeto a infinitas repeticiones. La búsqueda del espíritu daba vueltas en círculo. Antaño en Basilea, lo mismo que en otros lugares, había pasado por la misma noche. Las mismas verdades habían sido reaprendidas varias veces. Pero la experiencia era acumulativa: el paso, a la larga, se iba haciendo más seguro; el ojo veía más allá de ciertas tinieblas.

La búsqueda de Zenón en Opus Nigrum, la joya de Yourcenar. 


¿Debo aceptar recobrar una y mil veces la enseñanza de este pasaje que encuentro vagabundeando por mis notas, mi masa amorfa cúmulo de años? Sí, claro. Eso es. ¿Sera verdad? ¿Es cierto que mi paso se hace más seguro? La impresión es la contraria. ¿Ve mi ojo más allá de ciertas tinieblas? 

No puedo mantener los ojos abiertos. Tengo una enfermedad del sueño de ésas. No aprieto el puño y la mente se deshace en sus objetos. Me deshago en mis objetos. Lo que parece siempre a punto de formarse de deshace. El mundo mismo se deshace.

Debo trabajar como una anciana. Escribí una vez un tuit... Cómo era. Lo he encontrado:

Antes apretaba los puños por haber olvidado. Ahora río al redescubrir mi redescubrimiento.

Pero no río. Debí pensar eso en una época de fortaleza y confianza.

Voy. Voy a trabajar como una anciana: pensando que ha pasado lo mejor.

Que mi obra sea mi rutina. 
¡Recomienda este blog!