Pese a la repugnancia que podamos sentir al observar cómo la opinión pública está a merced de publicistas mercenarios, carentes de ideales, que no conocen más que la técnica de su oficio, es desgraciadamente cierto que éstos nos proporcionan una ventana a las leyes de lo inconsciente colectivo, a las grandes corrientes del sentimiento popular y, por tanto, a ciertas aspiraciones a lo maravilloso. Debemos aprender a toda costa cómo se crean las noticias faltas, cómo se difunden y llegan a imponerse a las masas, cómo despiertan o dese´ían las pasiones.
Los informes «falsos» no suelen ser puras y simples invenciones, sino que surgen de relatos inexactos o terriblemente exagerados. Una información se amplifica y se transforma al pasar de boca en boca. La compleja trayectoria que sigue es como la del eco que crea lo maravilloso en la cueva encantada. La propia transmisión es una necesidad absoluta, conocida y explotada por los especialistas. He aquí´í n ejemplo: un periodista envía un despacho, pero sólo incidentalmente y con reservas. El despacho se telegrafía y se reproduce en un país extranjero, donde se modifica y es acompañado de algunas interpretaciones. Dos días después, el periódico original no reproduce en su nueva forma. Ahora depende de referencias que son tanto mejores cuanto más lejanas. La falsa noticia así creada sólo puede tener cierto recorrido si resulta verosímil. Por pertenecer a la categoría de los acontecimientos posibles, constituye a menudo una mera anticipación de los hechos. Pero, verificada o no, ha desempeñado su papel como elemento de determinismo social, ha provocado manifestaciones, guerras, trastornos financieros. Aunque se hayan evitado reacciones inmediatas, permanece en la memoria colectiva como un componente oscuro de la opinión pública. Es necesario haber estado inmerso en una multitud hirviente durante algún acontecimiento revolucionario o dramático para comprender lo receptivas que se vuelven las mentes cuando se entregan a la violencia de las pasiones públicas. Una multitud es una multiplicación, no una adición. En cuanto se abandona ala razón crítica y se dejan de lado las limitaciones sociales, las reacciones superan con creces, en intensidad, potencia y duración, a la excitación que las ha causado. Lo mismo ocurre con las vivas reacciones de los artistas, los poetas y los durmientes. (...)
El espejo de lo maravilloso, Pierre Mabille
Por cierto: 1940
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